El triunfo de un hombre

 

Fue en una cena en Puerto Pinasco, un 20 de junio de 1958, cuando un grupo de amigos tuvo la feliz ocurrencia de destinar un día especial al noble sentimiento de la amistad. El hecho pudo ser anecdótico si no fuera por la perseverancia del Dr. Ramón Artemio Bracho. Allí surgió la Cruzada Mundial de la Amistad, un nombre aparentemente pretencioso que sin embargo logró, 53 años después, el reconocimiento oficial de las Naciones Unidas,que desde 2011 designa el 30 de julio el Día Mundial de la Amistad.

“Una llama nació allí y con tan poca comunicación se mantuvo viva con el tesón, la fe y la credibilidad de una persona”, nos dijo emocionado el pasado viernes en Canal 100 el Arquitecto Carlos Bracho, hijo de Don Artemio, todavía emocionado por tratarse del primer festejo de esta emblemática fecha sin la presencia física de su padre y su madre, que partieron con tres días de diferencia en junio del presente año.

Toda la vida de Don Ramón Artemio Bracho y su familia, está compuesta por el matrimonio y sus 6 hijos ejerciendo ese apostolado particular que fue desde siempre la medicina rural en nuestro país, atendiendo a las lejanas comunidades de Puerto Casado, Puerto Pinasco, Fonciere, Valle-Mí, Itapucumí y gran parte del inmenso Chaco. “Papá y mamá nunca cobraban por sus servicios por lo que nuestra casa estaba siempre llena de animales silvestres, miel de abeja, litros de leche, kilos de carne de oveja, cabra. Era un mundo de cuentosmuy difícil de explicar”, sigue relatando el Arquitecto Bracho rememorando los 15 años de presencia de su familia en el norte.

En medio de toda esa vida llena de aventuras y servicio, Ramón Artemio no cejó jamás en su intención de dejar el legado del Día Mundial de la Amistad como su testimonio de su paso por la vida y vaya si lo logró. Hoy ya todos festejamos sin conocer mucho el origen de la conmemoración este sentimiento tan difícil de explicar pero tan placentero de sentir.

La celebración del día de la amistad es apenas un buen pretexto para estrechar lazos con aquellas personas que nos quieren sin juzgarnos y nos sugieren siempre el camino más apropiado. Aquellos que están siempre en los momentos difíciles y se alegran con nuestras alegrías y pequeños triunfos. Amistad incondicional que no debe confundirse con la sumisión a los caprichos de una persona sino al acompañamiento muchas veces de por vida a alguien por encima de todas las circunstancias posibles.

Al sentir la euforia del pasado viernes, con los brindis repetidos en el trabajo u otros lugares de presencia colectiva, uno no puede dejar de pensar aunque sea por un rato, en aquel hombre de sonrisa afable que hizo de la amistad un culto y le dio una fecha para que celebremos cada año esa hermandad espontanea que forjamos con un puñado de personas para acompañarnos mutuamente para toda la vida.

Gracias Don Artemio por esta quijotada, por pelear contra los molinos de viento de la negatividad y la mala onda que tantas veces cerraron puertas ante la intención supuestamente ingenua de inventar este día. Hoy somos muchos los que le agradecemos por brindarnos la excusa para profundizar la amistad, o pedir aquella disculpa y dar el abrazo que postergamos inexplicablemente durante tanto tiempo.

Por Mario Ferreiro

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