Una Pascua que aún duele
El 5 de abril de 1976 en medio de una escalada represiva brutal, la dictadura de Alfredo Stroessner desataba toda su furia criminal sobre las comunidades campesinas de Misionesque habían logrado organizarse en aquellas recordadas Ligas Agrarias Cristianas. Se trataba de un intento comunitario sin precedentes que buscaba romper la lógica perversa del lucro excesivo de los intermediarios y la exigencia esclavizante del monocultivo.
Con lógica influencia religiosa en sus inicios (por el trabajo comunitario de los curas) las Ligas crecen como respuesta al ancestral problema de la pésima e injusta distribución de la tierra en nuestro país. Las acciones colectivas emprendidas estas Ligas se centraban en experiencias colectivas tipo “minga”, cursillos de formación, obras comunales y almacenes cooperativos. Impulsaban además las “escuelitas comunitarias” que utilizaban el revolucionario método del educador y filosofo brasileño Paulo Freire.
Semejantes insolencias de los campesinos fueron suficiente excusa para que el Tiranosaurio envíe inmediatamente a sus temibles tropas de exterminio. A propósito, el Padre Justo Pastor Gaona, sobreviviente de aquella masacre, asegura hasta que los campesinos de las Ligas Agrarias nunca tuvieron intención de un “Levantamiento Armado”, justificación esgrimida por el régimen por entonces, perpetrando en plena Semana Santa la deleznable tortura y matanza de decenas de personas, ante el silencio temeroso y cómplice de la mayor parte de la sociedad. Eran los tiempos de la paz de los sepulcros y la unidad granítica.
Las víctimas bárbaramente torturadas y asesinadas fueron: Luis Gonzaga Pereira, Silvano Ortellado Flores, los cuatro hermanos López: Elicto, Policarpo, Francisco y Adolfo, los hermanos Diego y Dionisio Rodas, Martín Rolón, Alejandro Falcón y Ramón Pintos. En total 11 muertos y desaparecidos. Pero sobre todo, un ataque letal y aleccionador ante cualquier nuevo intento de organización campesina durante la dictadura. Al más puro estilo nazi-fascista que renacía en la región con la perversa y brutal Operación Cóndor en todo el sub-continente.
Numerosos testigos y familiares cuentan que Ortellado fue degollado frente a sus hijos pequeños por el propio Alcalde de Potrero Alto (Santa Rosa) Tomás Salinas, alias Mandi’o-ro. El operativo y las sesiones de tortura, llevadas a cabo en la prisión de Abraham-Cué, fueron dirigidos y ejecutados por el temible comisario Camilo Almada Morel, alias Sapriza, acompañado en esas infaustas tareas por el Comisario Julio César Guillén y “un tal Santa Cruz”. Todos estos datos fueron recogidos y documentados en la Comisión de Verdad y Justicia de nuestro país.
A 45 años de aquellos graves sucesos, un incómodo tufo autoritario vuelve a percibirse en algunas manifestaciones del poder político del Paraguay. La tan mentada unidad granítica suma nuevos integrantes en la justicia y la fiscalía, mientras los nuevos propagandistas azuzan una vez más el viejo fantasma del comunismo apátrida y la izquierda trasnochada que “busca dividir a la familia paraguaya”.
Los ecos de “La Voz del Coloradismo” resuenan como una música fantasmagórica y parecerían una broma patética, de pésimo gusto, si no fuera porque rememoran un clima social parecido a los hechos ocurridos en aquella Pascua llena de dolor.
Ante cada amenaza de ese tipo la mejor arma es el ejercicio permanente de la memoria. Solo ella nos evitará cometer los mismos errores. Aquellos que permitieron dócilmente un régimen cruel y déspota, que nos legó el duro presente que seguimos soportando hasta hoy, incluso después de nuestro largo e imperfecto ensayo de democracia.
Mario Ferreiro